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Elisabeth Cardis: «Tanto en Fukushima como en el covid-19, nada estaba preparado»

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Elisabeth Cardis, experta en epidemiología de la radiación, reflexiona sobre los errores cometidos durante el accidente nuclear de hace 10 años en Japón y extrapola las lecciones aprendidas al contexto sanitario actual

Sobre el papel, el ‘manual de supervivencia’ a un accidente nuclear está más que claro. El problema llega cuando las circunstancias obligan a pasar de la teoría a la práctica en cuestión de minutos. Diez años después del accidente de Fukushima, la doctora Elisabeth Cardis, experta en epidemiología de la radiación, reflexiona sobre los errores cometidos durante esa crisis y extrapola las lecciones aprendidas al contexto sanitario actual. “Las lecciones aprendidas en Fukushima pueden ayudarnos a gestionar mejor la crisis de covid-19”, esgrime la directora del programa de radiación del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), impulsado por la Fundación «la Caixa».

Ya ha pasado una década del accidente nuclear de Fukushima. Visto en perspectiva, ¿qué balance podemos hacer de los daños causados por este suceso?

Antes que nada, hay que tener en cuenta que el accidente nuclear de Fukushima no llegó solo. Sucedió como consecuencia del terremoto y el tsunami más fuertes de la historia de Japón, que causaron más de 15.000 muertos. Estos temblores desencadenaron un accidente nuclear de escala siete; el mismo nivel de gravedad que Chernóbil. La diferencia es que la contaminación radiactiva emitida por Fukushima fue 10 veces menor. En este caso, además, el 80% de la radiación fue a parar al océano así que, por suerte, la población expuesta fue muchísimo menor.

Horas después del accidente se desplegó el plan de evacuación de emergencia. ¿Qué impacto tuvo este desalojo de emergencia?

El plan de evacuación causó muchas muertes prematuras. Sobre todo por el estrés (y el trauma) que ocasionó el traslado de personas mayores y enfermas. Al principio solo se ordenó la evacuación de los primeros dos kilómetros alrededor de la central. Después se amplió a tres, después a 10 y después a 20. Esto implicó que hubo ciudadanos que fueron evacuados hasta seis veces. El problema más grave llegó cuando tocó evacuar a los colectivos más vulnerables, que también tuvieron que lidiar con la falta de atención médica y de medicamentos. Los pacientes hospitalarios graves, por ejemplo, fueron evacuados a toda prisa, trasladados en coches de policía y autobuses. En pleno invierno. Por unas carreteras dañadas por el terremoto y el tsunami. Sin medidas higiénicas. Sin saber a qué hospitales podían ir. Se hizo lo posible para evitar muertes por radiación a largo plazo pero no se tuvo en cuenta todo el daño que se estaba haciendo en el momento.

¿Qué consecuencias psicológicas tuvo todo esto?

El plan de evacuación tras el accidente nuclear de Fukushima causó más daño que la radiación en sí. El balance global habla de más de 150.000 personas evacuadas. Diez años después, todavía hay alrededor de 40.000 personas que no han sido relocalizadas. Mucha gente que vivía de los cultivos de arroz lo ha perdido todo y ha acabado viviendo en barracones. Los estudios muestran un aumento de los índices de ansiedad, depresión, síntomas de estrés postraumático y alcoholismo entre las poblaciones afectadas.

El plan de evacuación tras el accidente nuclear de Fukushima causó más daño que la radiación en sí

Elisabeth Cardis, experta en epidemiología de la radiación

El gran temor de los accidentes nucleares es que desencadenen una epidemia de cáncer entre la población expuesta, como ocurrió en Chernóbil. ¿Qué sabemos del caso de Fukushima?

El último informe de Naciones Unidas muestra que no hay ninguna evidencia de que el accidente de Fukushima aumentara la incidencia del cáncer entre las poblaciones expuestas. Esto entra dentro de lo esperado, ya que los niveles de radiación emitidos fueron relativamente bajos. En su día se realizó un programa de cribado de cáncer de tiroides entre los niños y se detectaron unos 200 casos que, de no ser por estas pruebas, probablemente jamás habrían salido a la luz.

En sus últimos informes destaca que tanto la crisis de Fukushima como la crisis sanitaria actual tienen puntos comunes.

Así es. Hay elementos comunes en ambas crisis. Tanto en Fukushima como en la crisis del covid-19, nada estaba preparado. La sociedad no tenía información sobre cómo actuar en caso de emergencia. Los planes se fueron elaborando sobre la marcha. Y hubo una falta de comunicación muy importante. En el caso del accidente nuclear, la falta de una información clara fomentó el miedo y la desconfianza hacia las autoridades.

En el caso del accidente nuclear, la falta de una información clara fomentó el miedo y la desconfianza hacia las autoridades

¿Qué lección aprendida de Fukushima podemos aplicar al contexto actual?

Hay que abordar las crisis con una mirada mucho más amplia. Por ejemplo. Al aplicar una medida, hay que seguir la premisa de que cualquier acción “tiene que hacer más bien que mal”. Esto implica, por ejemplo, que ante cada acción tomada hay que pensar en cómo afectará esto al bienestar general de la población y, si hace falta, plantear estrategias para minimizar los daños causados. Esto se consigue con algo tan sencillo como incluir a los ciudadanos en la discusión.

Mucho se ha hablado de los problemas de comunicación en contextos de crisis.

En contextos de crisis se necesita más comunicación que información. Es cierto que, en general, como sociedad tenemos muy poca cultura científica para saber a priori qué implica la radiación nuclear o el efecto de un virus. Pero justamente por esto es clave que haya una buena comunicación entre autoridades, expertos y población general. Es muy importante que esta comunicación sea bidireccional, porque la sociedad también necesita transmitir sus preocupaciones.

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Ahora que cumplimos una década desde el accidente nuclear de Fukushima y un año de pandemia de covid-19, ¿alguna reflexión que le gustaría destacar para este periodo?

Hay que estar preparados en todos los sentidos. En Fukushima había protocolos muy técnicos sobre cómo actuar en caso de accidente. Pero no sobre, por ejemplo, cómo coordinar el proceso de evacuación o cómo gestionar la comunicación en un contexto de emergencia. Si algo hemos aprendido de todo esto es que hay que prepararse ‘en tiempos de paz’ para saber cómo actuar en tiempos de crisis.

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